lunes, 14 de enero de 2013

La balanza de Games Workshop



(Nota: esto está escrito desde el punto de vista de alguien que ha vuelto al hobby tras unos años, más o menos 6, medio ausente)

Games-Workshop me desconcierta. Mucho. Su evolución desde los años 80 es más que palpable y, si bien es cierto que sus miniaturas actuales gozan de un dinamismo y detalles que ya quisieran otras, también se hace más que evidente que, en algunos casos, se hace realidad el verso de Manrique "cualquier tiempo pasado fue mejor".

¿Recordáis aquellos años en que parecía que el rojo era el único color de la gama de Games-Workshop? Rojo Sangre y Verde Goblin servían para pintar casi cualquier ejército. Guantes rojos, botas rojas, capas rojas, cuernos rojos... todo Rojo Sangre, iluminado con tonos rosas o, a veces, ligeramente naranjas (llamémoslo, en un alarde de imaginación, "el periodo menstrual de la gran G"), o cuando ser una versión caótica de algo implicaba tener muchos pinchos sin especial relevancia. Tiempos que, al menos en cuanto a pintura, creo, nadie echará de menos.


Recuerdo qué fue para mi descubrir, no sabría decir en qué White Dwarf exactamente, una forma de pintar bases que no fuera "Verde Goblin y césped ferroviario" (si no recuerdo mal, fue durante la serie de artículos "La Leyenda de los 4 jugadores", impulsada por el mítico Paul Sawyer, que pudimos ver en la edición española de la revista a partir del número 35); también es cierto que en esa época ya empezaba a conocer de primera mano el hobby, con mi propia edición de Warhammer, y no sólo de oídas o jugando con las miniaturas de mis amigos o viendo sus revistas.

Me tocó vivir mi inicio en el hobby en una época de cambios considerables: comenzaron a aparecer las primeras cajas multicomponentes (el regimiento de esqueletos sigue siendo la caja más versátil ha hecho nunca GW. Tanto es así que, creo, cualquier jugador de la época la compraba aunque fuera para decorar peanas) y la pintura se fue oscureciendo un poco para hacerse ligeramente más realista (aún no llegaba -ni llega- a los niveles de detalle en la pintura de miniaturas históricas). El hobby se expandía a pasos agigantados (si, yo vengo del boom de la caja de Bretonia y Hombres Lagarto) y cada vez era más sencillo encontrar gente con quien jugar.

¿Y a qué viene todo esto? A las miniaturas, por supuesto. 

Los gemelos Perry, esculpiendo, aparecen en este post porque tiene pocas fotos.
Inciso: en aquella época, los hermanos Perry eran (y, a día de hoy, lo siguen siendo) mis diseñadores favoritos. Como anécdota, os diré que encontrarlos en el primer Games-Day español fue para mi un momento muy importante; incluso les pregunté si volverían a diseñar a los bretonianos en una futura revisión del ejército porque, gente: los bretonianos de los gemelos Perry eran maravillosos.

Las miniaturas fueron evolucionando poco a poco. Los diseñadores se fueron haciendo más ambiciosos y, con su ambición, llegaron nuevas técnicas de modelado y moldeado. GW viró al plástico, los orcos dejaron de sonreír como bobos y todos fuimos felices.

Sin embargo, en los últimos años, GW está volviendo a las miniaturas con "pose única". Las ventajas de las que alardeaban en aquella época parecen haberse esfumado en pos de una búsqueda de reducción de espacio usado en matrices y, por consiguiente, en cajas y transporte. 

No digo que las miniaturas hoy en día sean feas (que, en general, no lo son), sino que, con el plástico, se ha vuelto un poco (por mucho que finecast nos traiga resinas maravillosas) a unos niveles básicos de complejidad en el acabado de las miniaturas superados hace largo tiempo. Creo que GW se tambalea en una balanza entre complejidad y sencillez y, hasta que no se estabilice, no va a superarse nunca a sí misma (ojo, esto no quita que algunas de las miniaturas de los últimos años de GW sean de lo mejor que puede verse. Solo digo que, en general, sus miniaturas en los últimos años dejan un poco que desear, y no alcanzan el nivel de otras anteriores).

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